La pérdida de la pareja a causa de una separación o divorcio genera un impacto emocional en los dos miembros de la misma que dependerá de muchos factores personales (desgaste progresivo de la relación, infidelidad, malos tratos…) y de las circunstancias en las que se haya producido el fin de la relación (mutuo acuerdo o decisión de un solo miembro de la pareja, si hay hijos y la edad de los mismos…).
La ruptura inicia un ciclo emocional que pasa de la conmoción, la ira, la desorganización vital y la posterior reorganización. Es, como en cualquier situación de pérdida, un duelo en el que algunas personas pueden quedar atrapadas en el dolor de un modo muy similar al que puede ocurrir con la muerte de un familiar directo o un amigo y, consecuentemente, caer en una depresión y una actitud de aislamiento y soledad.
La separación de una pareja supone, la interrupción de la historia de la vida de cada uno de ellos y de la que han construido juntos. Pero, al mismo tiempo y de forma especial en la pareja con hijos, en la mayoría de los casos habrá que seguir manteniendo una mínima y obligada relación tras la separación. Nunca se recuperará el yo previo al inicio de la convivencia, pero la necesidad de reconstruir la propia vida implica la previa superación emocional, la asunción del hecho y la voluntad de reorganizarse la vida estableciendo nuevos objetivos vitales.
Lo habitual es que hay una persona que inicia la ruptura y otra que se queda atrás. La primera se siente insatisfecha, reflexiona sobre la situación de la relación y empieza a buscar el apoyo de sus íntimos para su decisión de ponerle fin incluso antes de decírselo a su pareja. Es lo que se denomina proceso de desprendimiento y lo más frecuente es que se traduzca en actitudes y comportamientos antes que manifestar directamente el descontento.
Mientras, la otra parte, consciente o inconscientemente, puede negar las evidencias y autoconvencerse de que todo va bien. Esto lleva a una situación en la que ambas partes se justifican a sí mismos y culpan a la otra. Al final, la persona que decide la ruptura lo hace con un sentimiento de culpa y la otra reacciona con ira y frustración al sentirse traicionada.
Impacto psicológico de la separación de la pareja
La separación implica una pérdida de la definición que la persona tiene de sí misma, pasando de ser miembro de una pareja a una persona independiente. Pero la separación afecta también al entorno social de la pareja, sean amigos o familiares, a los que en muchas ocasiones se obliga a tomar partido. En este sentido, se produce una pérdida evidente de relaciones sociales para ambos miembros de la pareja, lo que también genera un sentimiento de frustración y de traición hacia quienes se decantan por la otra parte.
La separación supone crear una falla abrupta en el modo vida que se ha llevado hasta el momento y la necesidad de crear una nueva estrategia vital o, dicho de otro modo, reorganizar la propia vida y reconstruir las relaciones sociales y familiares.